Me cuesta pensar en mí misma como una emigrante, se me antoja un término distante y extraño. Para mí sencillamente un día preparé mis maletas, coloqué un pie delante del otro y por supuesto mentiría si dijera que no miré atrás.
Por ahora estos meses de distancia me han enseñado que las raíces no se arrancan, menuda tontería. Un árbol sin raíz muere. Lo que sucede es que encuentran un nuevo estado que no es ni sólido, ni líquido, ni gaseoso sino más bien chicloso. Se estiran, se estiran, se estiran y estás aquí, allí y en todas partes pero siempre, siempre donde todo empieza, que no tiene porqué ser el principio, ni siquiera un lugar o un recuerdo.
A veces, las mejores veces, resulta que donde todo empieza y donde siempre retornarás son unos brazos que te estrujan al volver y un par de corazones valientes que llegan allá a donde decidas ir, sin importar lo lejos que sea porque, por ti, al final también sus raíces se han hecho de chicle.
Y esa es la mayor de las suertes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario